La enseñanza de
esta disciplina necesita apoyarse menos en modelos abstractos.
El estudio de la Economía, según apuntó Galbraith,
supone mezclar “fe y esperanza” con una buena dosis de “pretensión científica”. Por supuesto, este famoso
economista estaba hablando de forma sarcástica. Sin embargo, para algunos, este
frívolo comentario se acerca de manera muy
incómoda a la realidad.
El desfile
de leyes y el ritual de genuflexión ante los modelos matemáticos pueden dar a
la Economía cierto aire de respetable intelectualidad, en gran parte, de manera
espuria. Las matemáticas, por supuesto, no deberían dejarse de lado, pero el énfasis
otorgado a la teoría abstracta debería rebajarse a favor de enfoques más intelectualmente equilibrados. Esto debería
incluir una disciplina relativamente
desatendida: la Historia Económica.
El fracaso
para predecir el último “crash” no solo
inquietó a la Reina Isabel II- que reunió a un grupo de economistas para preguntarles
como es que no vieron venir la crisis. También
entre los académicos ha habido espacio para la autocrítica.
Este fracaso
de la “ciencia lúgubre” para predecir y explicar la peor debacle financiera desde
la Gran Depresión ha provocado, de manera comprensible, la reflexión de muchos
académicos. Ha dado incluso lugar a un nuevo think-tank, The Institute for New
Economic Thinking, cuyo propósito es devolver prestigio a la profesión.
Los
argumentos a favor de una nueva forma de pensar son muy fuertes. La enseñanza
de la Economía, incluso a alumnos de primer curso, hasta antes de la crisis
había estado muy unida a la pretensión científica. Se otorgó una fe excesiva a
los modelos matemáticos abstractos, sin hacer casi esfuerzo para relacionarlos
con lo que ocurría en el mundo real. La ausencia de temas de actualidad no solo
restó interés y entusiasmo, sino que puso en riesgo a los estudiantes, al no
dotarles de las habilidades necesarias para afrontar los problemas del día a
día.
El mercado de
economistas teóricos puede no haber sufrido los mismos estragos que el de las
deudas subprime, pero ya no es lo que solía ser. Hay un consenso acerca de la necesidad de que disciplinas
como psicología, historia y finanzas
sean incorporadas en la enseñanza de la economía. El camino a la publicación en
las mejores revistas y diarios debería pasar por la investigación empírica y no
solamente por una hoja de Excel.
La economía
no es un asunto de fe y esperanza, como en su momento planteara Galbraith. En
muchas ocasiones, los modelos pueden describir la realidad. Sin embargo, tal
como ha demostrado la crisis, los economistas debemos ser humildes acerca de
los límites de nuestro conocimiento. Sustituir la pretensión por un poco de
humildad, sería un primer paso.
Publicado en Financial Times del 12/11/2013
Publicado en Financial Times del 12/11/2013
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